lunes, 6 de junio de 2016

CORAZÓN DE MARÍA

Y es que la Fiesta de su Inmaculado Corazón nos remite de manera directa y misteriosa al Sagrado Corazón de Jesús. Y es que en María todo nos dirige a su Hijo. Los Corazones de Jesús y María están maravillosamente unidos en el tiempo y la eternidad...
La Iglesia nos enseña que el modo más seguro de llegar a Jesús es por medio de su Madre. Por ello, nos consagramos al Corazón de Jesús por medio del Corazón de María. Esto se hace evidente en la liturgia, celebramos el día viernes la fiesta del Corazón de Jesús y ayer sábado, la fiesta del inmaculado corazón de María, en la semana siguiente al domingo del Corpus Christi.
María, Madre de Jesús y nuestra, nos señala hoy a su Inmaculado Corazón. La imagen que veneramos del Corazón de María, nos muestra un corazón rodeado de rosas blancas como signo de su pureza total, que además está atravesado por una espada, figura utilizada por  nos invita a vivir el sendero del dolor y alegría, para purificar nuestras almas y llegar al corazón de Jesús.
Santa María, Mediadora de todas las gracias, nos invita a confiar en su amor maternal, a dirigir nuestras plegarias pidiéndole a su Inmaculado Corazón que nos ayude a conformarnos con su Hijo Jesús.
Ella, quien como lo muestra el evangelio, atesoraba y meditaba todos los signos de Dios en su Corazón, nos llama a esforzarnos por conocer nuestro propio corazón, es decir la realidad profunda de nuestro ser, aquel misterioso núcleo donde encontramos la huella divina que exige el encuentro pleno con Dios Amor.
Joseph Ratzinger
« Corazón » significa en el lenguaje de la Biblia el centro de la existencia humana, la confluencia de razón, voluntad, temperamento y sensibilidad, en la cual la persona encuentra su unidad y su orientación interior. El «corazón inmaculado » es, según Mt 5,8, un corazón que a partir de Dios ha alcanzado una perfecta unidad interior y, por lo tanto, « ve a Dios ». La « devoción » al Corazón Inmaculado de María es, pues, un acercarse a esta actitud del corazón, en la cual el « fiat » —hágase tu voluntad— se convierte en el centro animador de toda la existencia. Si alguno objetara que no debemos interponer un ser humano entre nosotros y Cristo, se le debería recordar que Pablo no tiene reparo en decir a sus comunidades: imitadme (1 Co 4, 16; Flp 3,17; 1 Ts 1,6; 2 Ts 3,7.9). En el Apóstol pueden constatar concretamente lo que significa seguir a Cristo. ¿De quién podremos nosotros aprender mejor en cualquier tiempo si no de la Madre del Señor?
Venerar por tanto su Inmaculado Corazón significa, pues, no sólo reverenciar el corazón físico sino también su persona como fuente y fundamento de todas sus virtudes. Veneramos expresamente su Corazón como símbolo de su amor a Dios y a los demás.
HISTORIA
La fiesta del Corazón Inmaculado de María fue oficialmente establecida en toda la Iglesia por el papa Pío XII, el 4 de mayo de 1944, pero esta se inicia en el siglo XVII, como consecuencia del movimiento espiritual que procedía de San Juan Eudes.
Más adelante, en diciembre del año 1925 la Virgen Santísima se le apareció a Lucía Martos, vidente de Fátima, y le prometió asistir a la hora de la muerte, con las gracias necesarias para la salvación, a todos aquellos que en los primeros sábados de cinco meses consecutivos, se confesasen, recibieran la Sagrada Comunión, rezasen una tercera parte del Rosario, con la intención de darle reparación.
En la tercera aparición de Fátima, Nuestra Madre le dijo a Lucía: "Nuestro Señor quiere que se establezca en el mundo la devoción al Corazón Inmaculado. Si se hace lo que te digo se salvarán muchas almas y habrá paz; terminará la guerra.... Quiero que se consagre el mundo a mi Corazón Inmaculado y que en reparación se comulgue el primer sábado de cada mes.... Si se cumplen mis peticiones, Rusia se convertirá y habrá paz.... Al final triunfará mi Corazón Inmaculado y la humanidad disfrutará de una era de paz."
"Diles a todos que pidan esta gracia por medio de ella y que el Corazón de Jesús desea ser venerado juntamente con el Corazón de su Madre. Insísteles en que pidan la paz por medio del Inmaculado Corazón de María, pues el Señor ha puesto en sus manos la paz del mundo."
El Papa Pío XII, el 31 de Octubre de 1942, al clausurarse la solemne celebración en honor de las Apariciones de Fátima, conforme al mensaje de éstas, consagró el mundo al Inmaculado Corazón de María.
Asimismo, el 4 de mayo de 1944 el Santo Padre instituyó la fiesta del Inmaculado Corazón de María, que comenzó a celebrarse el 22 de Agosto.
Una práctica que hoy en día forma parte integral de la devoción al Corazón de María, es la Devoción a los Cinco Primeros Sábados. En diciembre de 1925, en Fátima le dijo a Lucía: "Yo prometo asistir a la hora de la muerte, con las gracias necesarias para la salvación, a todos aquellos que en los primeros sábados de cinco meses consecutivos, se confiesen, reciban la Sagrada Comunión, recen la tercera parte del Rosario, con intención de darme reparación". 
Como es sabido, el Papa Juan Pablo II pensó inmediatamente en la consagración del mundo al Corazón Inmaculado de María y compuso él mismo una oración para lo que definió « Acto de consagración », que se celebraría en la Basílica de Santa María la Mayor el 7 de junio de 1981, solemnidad de Pentecostés, día elegido para recordar el 1600° aniversario del primer Concilio Constantinopolitano y el 1550° aniversario del Concilio de Éfeso. Estando ausente el Papa por fuerza mayor, se transmitió su alocución grabada. Citamos el texto que se refiere exactamente al acto de consagración:

« Madre de los hombres y de los pueblos, Tú conoces todos sus sufrimientos y sus esperanzas, Tú sientes maternalmente todas las luchas entre el bien y el mal, entre la luz y las tinieblas que sacuden al mundo, acoge nuestro grito dirigido en el Espíritu Santo directamente a tu Corazón y abraza con el amor de la Madre y de la Esclava del Señor a los que más esperan este abrazo, y, al mismo tiempo, a aquellos cuya entrega Tú esperas de modo especial. Toma bajo tu protección materna a toda la familia humana a la que, con todo afecto a ti, Madre, confiamos. Que se acerque para todos el tiempo de la paz y de la libertad, el tiempo de la verdad, de la justicia y de la esperanza ».

domingo, 1 de mayo de 2016

LA ESCLAVA, LA AMIGA DE DIOS


En Lucas 7, 16, el Señor nos dice: “De igual modo vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que os mandaron, decid: Siervos inútiles somos, hicimos lo que teníamos que hacer”.
¿Qué significa ser un siervo del Señor?

Muchas veces, no somos muy felices en nuestros trabajos, muchas personas trabajan por obligación y su trabajo, en lugar de ser un aliciente, es una carga pesada de llevar. Los días en el trabajo se hacen eternos, no vemos el momento en que el reloj marque la hora de salida y vivimos amargados por todo lo que a diario vivimos en el trabajo. Tristemente, esa es la realidad para muchos.
Pero el trabajo es importante para el hombre, lo dignifica, eleva su valía y lo pone al servicio de los demás. Es nuestra concepción del trabajo lo que muchas veces nos impide ver que lo que hacemos, por más difícil que sea, es una gran oportunidad de servir y de ser mejores personas.
No quiero decir que nos conformemos con lo que tenemos y aceptemos nuestra actual condición para ser felices, porque como cristianos sabemos que nuestra vida es un camino que nos lleva al valor más grande que es Cristo, y Cristo quiere vernos felices y realizados, esa es su voluntad. En este camino debemos avanzar y buscar siempre estar mejor.

Hace unos días terminó en un canal nacional una novela sobre la esclavitud, no soy muy amante de estas novelas, pero quise ver algunos capítulos, para ver la manera cómo representaban la esclavitud de nuestros hermanos afrocolombianos. Y sí que fue una realidad muy dura la época de la esclavitud en Colombia y en el mundo no fue diferente, desde tiempos muy antiguos la esclavitud fue una forma de comercio muy normal y aceptada por las personas. Sin embargo, después de Cristo, en las primeras comunidades cristianas, se hizo una exepción que no es muy conocida y es tratar a loa esclavos como hermanos, porque al igual que todos, eran hijos de Dios. Pablo escribió en su carta a los gálatas: Ya no hay judío ni griego; ni esclavo ni libre; ni hombre ni mujer, ya que todos vosotros sois uno en Cristo Jesús.

Sin embargo, Pablo no fue el primero en tener esta intuición, María en la anunciación se proclama, la “esclava del Señor)

Uno escucha mucho una expresión que infiere un desprecio hacia el trabajo “trabajamos como siervos”. Pero es María la cual le da un nuevo significado a la palabra esclavo, al siervo que quiere entregarse a su único amo, nuestro Dios Padre.

El mismo Señor Jesús reivindica a los esclavos y les dice, “ya no los llamo siervos, sino amigos”, Porque el amigo sabe lo que hace su amigo, es decir la relación con Dios no parte de una entrega sin sentido, inicia en una entrega total, como la de María y en ese camino de fe que los cristianos vivimos, aprendemos a ser amigos, hijos de nuestro amo. Es María la que afirma que es la esclava, no son las palabras del Angel, son las palabras de María, es su forma de decir Sí, de aceptar la voluntad del Señor, de aceptar lo que en ese preciso momento, el Señor le pedía.

Ser esclavo, es una actitud que escoge María y es Dios, que la eleva por encima de todas las mujeres y la hace partícipe del más grande Misterio, el misterio de la Redención de la humanidad. Al auto proclamarse la “Esclava”, deja ver que está dispuesta a todo, que asume todo lo que ese camino de redención supone, que se entrega única y completamente a la misión que Dios le encomienda.
Lo que nos enseña María es que para ser amigos, primero debemos ser esclavos. Así también en el trabajo, María nos invita hoy a entregar todo de nosotros en el trabajo que tenemos, a ser siervos de los demás en lo que hagamos y aunque ese sea nuestro trabajo, nuestra “obligación”, porque es lo que tenemos que hacer, el Señor verá en nuestros corazones y seremos dignificados en lo que hacemos, y seremos amigos de la sociedad a través de nuestro servicio, seremos amigos de Dios, amigos que buscan hacer su voluntad, como lo hizo María, que a pesar del camino de dolor que vivió y de todas las dificultades que tuvo que pasar, hizo lo que tenía que hacer y por eso Dios la hizo su amiga, partícipe de su gracia y de su amor.


No es nada raro que María se haya proclamado como la “Sierva del Señor”, para que nosotros sus hijos, fuéramos también los siervos, los amigos del Señor.

domingo, 24 de abril de 2016

MEDIACIÓN MARIANA


Nos hemos detenido muchas veces a reflexionar sobre el incomparable amor de nuestra Señora por su hijo, amor que es digno de imitar y que lleva a todo Cristiano al culmen de su fe y su entrega personal y apostólica. Hemos también, meditado sobre el amor que todo hijo de Dios debe dar a esta madre tan maravillosa que nos lleva a Jesús. Pero es igualmente importante resaltar el amor de esta Señora sobre cada uno de nosotros. Sí, María nos ama, nos ama profundamente como a sus hijos, porque le fueron entregados por el mismo Cristo desde la cruz, en la persona de Juan. Es cierto que no nacemos de María, como nació Jesús, pero hemos nacido como iglesia en el Espíritu de Jesús el día de pentecostés, una iglesia que camina de la mano de María.

Se dice que María es la medianera de todas las gracias, pero, ¿qué significa esto verdaderamente?
Hemos de imitar a María en todo, porque es la representación del auténtico ser humano y del auténtico cristiano que se debe a la mirada complaciente del Padre, sin embargo hay que entender que María, como lo ha dicho Isabel, es la bendita entre todas las mujeres y es precisamente por su ser la madre de Cristo, que María lleva en ser la gracia para acogerle y para darle al mundo.

En palabras del Angel mensajero, es decir en palabras del mismo Dios, María es la llena de gracia, única creatura con este título, porque en su seno se había de gestar la semilla divina, el hijo de Dios. Entonces, si María es la llena de Gracia, la mujer única y bendita que alberga la gracia necesaria para ser la madre del Salvador, es también la comunicadora por excelencia de esa gracia.

Hemos afirmado en este programa que María no se dejó nada para sí, todo lo entregó incluso al extremo, por lo tanto si ella que es abundante en gracia y generosidad pura, también entrega esta gracia a sus hijos, a la Iglesia engendrada en el mismo Espíritu de Dios.

No debemos temer en pedir cosas a María, porque su gracia es auténtico regalo de Dios y como todos los seres humanos estamos llamados a entregar todo de sí, incluso su propia vida; María dispensa de gracia a sus hijos a través de muchas formas.

Algunos cristianos son reacios en pedir cosas a la Santísima Virgen, algunos llenos de prejuicios engendrados en todo el movimiento protestantista, sin embargo, es un misterio sublime que Dios quiera salvar a sus hijos a través de la que es llena de gracia, dispensar su gracia, puesta en María a todos aquellos que quieran salvarse.

Es verdad que María es nuestra madre, por lo tanto, debemos actuar como hijos, que al ejemplo de las familias humanas, solicitan a su madre algunos favores que saben que a través de ella pueden dárseles.
Y no es que perdamos la libertad de buscar a Dios de manera independiente, es más no hay más libertad que dejarse caer en los brazos de María esperando su gracia y su amor.  Un autor católico, Mauricio Zundel escribía sobre la libertad de Dios:

"Da de veras lo que da,
Da aun lo que demanda
Y da dos veces lo que recibe".


Esta es la libertad del que ama a María, una libertad que busca una mejor unidad. Quisiera compartirles un fragmento del Libro la Teología del Apostólado sobre este tema:

“Cuando invocamos a María, la acercamos al horno que la abrasa, la unimos más y más a su único amor. Al decirle: "El Señor es contigo, bendita tú eres entre todas las mujeres", María se vuelve con alegría hacia Aquel que está viviendo en Ella y que la inunda de bendiciones. A medida, pues, que suben hacia Ella nuestras pobres Avemarías tan penosamente desgranadas por nosotros, María las trasmuta en himnos, en doxologías triunfales. Indefectiblemente se opera una especie de divina magia: nosotros decimos "María" y Ella replica: "Dios" y a Dios place oír como si fuera nuestro lo que Ella le dice en nuestro lugar. ¡Intercambio admirable! ¡María vuelta hacia Dios para mejor oírnos y protegernos!”

María es nuestra respuesta ante el llamado de Dios, la que nos prodiga las gracias del Mismo Dios y la que en su amor excelso nos muestra el camino del seguimiento cristiano

domingo, 27 de marzo de 2016

La Maternidad Pascual de María


Encontramos a la Santísima Virgen en todos los momentos importantes en la vida de Jesús, esto quiere decir que recorrió un camino con él y para él. No es gratis que le sea llamada, la discípulo perfecta de Jesús. Pero su misión no solo era la de ser un ejemplo del seguimiento del Maestro, más allá de su presencia en la vida de su hijo, María fue configurándose como coprotagonista del plan salvífico de Dios.
María encarna al ser humano que se acerca a Dios a través de su humanidad y que va configurándose según el espíritu, hasta encontrarse con su realidad máxima expresada en la Pascua, la vida según el espíritu.
El evangelio nos recuerda un aspecto de la experiencia personal de María: en su maternidad. La Virgen concibió y experimentó la progresiva separación de Jesús de su existencia como un morir progresivo según la carne para renacer según el espíritu. Separación inicial en el nacimiento (Lc 2,7), acentuada cuando Jesús niño muestra la independencia natural de su edad, pero para ejercer tareas que su Padre le había asignado (Lc 2,41ss): con el bautismo recibido de Juan abandona definitivamente la casa familiar (Lc 3,21ss); separación que se consuma con la muerte de Jesús en la cruz, en la cual él confía su madre al discípulo predilecto (Jn 19,26s). En correspondencia con este progresivo morir al vínculo físico con Jesús (esto es lo que se llama la kénosis mariana), María lleva a cabo una unión y uniformidad correspondiente con Jesús como Espíritu resucitado. La Virgen tuvo en perenne gestación al Señor, desde una procreación física a una procreación espíritual. Jesús mismo invitó explícitamente a su madre a introducirse en esta maternidad salvifico-pascual. Cuando le dicen a Jesús que “su madre, sus hermanos y hermanas” le llaman (Mc 3,31-32), él precisa: mi madre es aquella que “hace la voluntad de Dios” (Mc 3,33-35; Lc 11,27-28). En las bodas de Caná Jesús rechaza la pretensión de María de querer basarse en su maternidad humana (“Mujer, ¿qué hay entre tú y yo?”, Jn 2,4). Al morir en la cruz, le reconoce que con su participación en su misterio pascual ha adquirido una maternidad eclesial (Jn 19,26-27).
María vivió de modo perenne el misterio pascual que Simeón le había profetizado con claridad (Lc 2,22s). El mismo evangelio se apresura a recordarnos algunas estaciones del vía crucis de María: duda de José sobre su maternidad parto, en Belén, huida a Egipto, pérdida de Jesús en el templo, no aceptación por parte de Jesús en el desarrollo de su apostolado, a los pies de la cruz. Verdaderamente María vivió el “misterio de la redención con él y bajo él, por la gracia de Dios omnipotente” (LC 56). Esta vida suya tejida de vía crucis es la que la piedad popular ha venerado e imitado sobre todo en María madre dolorosa, aunque resulta para nosotros inefable su resurgir según el Espíritu de Cristo, resurgir realizado progresivamente ya en su vida terrena.
EI hecho de que María fuera introducida a vivir con Cristo y en Cristo el misterio pascual nos ayuda a comprender lo que para ella significó ser proclamada objeto por excelencia de la benevolencia de Dios. Ella fue privilegiada por puro don de Dios en participar de modo singular en el misterio pascual del Señor. Esta es su grandeza primaria (LG 65). Verdaderamente fue la madre que se asoció a Cristo en su nacer como Espíritu resucitado.
Ahora cabe preguntarnos, ¿hacia donde nos dirige una vida en el espíritu, signo del misterio pascual?
La vida del ser humano se centra en  metas provisionales: Queremos una casa, un carro, un celular, terminar la universidad, ver crecer a nuestros hijos. Sin embargo María, nos muestra que el ser humano puede llegar mucho más allá, puede llegar a la realización plena de sus sueños y potencialidades. El ser humano puede hacer mucho más de lo que tiene planeado al estar unidos a Cristo resucitado. Cristo es la razón de nuestra alegría, como lo manifestamos en la vigilia pascual, es la esencia de todos nuestros sueños y realidades humanas y espirituales. Así que si tenemos sueños, sueños de verdad, confiémoslos a María, ella sabe de realización plena, incluso a pesar de las dificultades.
Después de ver emerger a María del Calvario en el misterio Pascual, cualquier cosa es posible. Vemos a María, que siendo  mujer llega a participar de todos los misterios de la salvación, comprendemos que todos nuestros propósitos por pequeños que parezcan, están en el corazón de Dios y pueden hacerse realidad en esta pascua que es la vida.

domingo, 24 de enero de 2016

LOS FRUTOS DE MARÍA



Cuando se piensa en la devoción por María, muchos llenarán de incertidumbre, su actuar en nuestra vida. Los enemigos de María, afirman vehementemente que la devoción en nuestra madre del cielo constituye una ilusión, una fantasía alimentada por una religiosidad excesiva. ¿Cómo saber entonces si nuestra devoción en María es verdadera? ¿Cómo participar de sus gracias y llegar a Cristo por medio suyo?

A los ojos de la ciencia, todo debe ser probado y dadas las pruebas verificado en la experimentación; y es esta experiencia lo que nos lleva a definir unas verdades que se constituyen en nuestro sistema de creencias. La verdad, verificar tales hechos en el mundo de la fe, no se toma la mayoría de las veces de unas cuantas horas; en este camino de fe, el cristiano comprobará las verdades que le sustentan no de manera inmediata, incluso hay personas que sólo al final de su vida, pueden afirmar con certeza dichas verdades.

Es así como la devoción mariana no es un proceso que tarde uno o dos años, ella se configura a lo largo de la vida, se va estableciendo en la experiencia de fe y rinde sus frutos al final de esta carrera, que constituye nuestra existencia.

El día de ayer enterrábamos a nuestro hermano y amigo José Luis Rosero, una persona que pasó 56 años de su vida, sirviendo a María y la causa de Cristo, su vida adulta, fue consagrada a este servicio por María y con María como legionario. Cuando era apenas un joven quiso ser religioso y rechazado por la comunidad de los carmelitas, donde permaneció por algún tiempo, por tener sólo el apellido de su madre, como era la costumbre; salió –como lo contaba sin vergüenza- derrotado. Su madre, sintiéndose culpable sin razón, por esta situación buscó para su hijo el bálsamo del consuelo en la misma Iglesia y encontró a la Legión de María. Fue en ella donde se consagró no solo al apostolado legionario, sino que consagró su vida misma a su madre del cielo, a María.

Amó profundamente a esta madre amorosa, le sirvió con desinterés en su familia y en la Iglesia, en el prójimo, al que sirvió de manera incluso, sacramental. Este amor a María, fue su consigna, su mayor tesoro, su invaluable bien; y fue a ese amor el que María respondió con infinidad de gracias, que el día de ayer en su funeral, fueron visibles para todos. Aquél joven con intrínseca vocación, se convirtió en un hombre sabio y bondadoso, al que todos dábamos nuestra admiración y que se lleva al cielo, como lo dijo una hermana legionaria, muchas maletas, cargadas de todas las buenas obras que realizó en el prójimo. El hermano José Luis, como lo llamábamos en la Legión de María, es para nosotros, un ejemplo de vida y de devoción mariana, digno de ser reconocido y admirado por sus frutos, que fueron los frutos de María.
Es una certeza entonces, que ser mariano no solo es un privilegio para los cristianos, sino también un don que da muchos frutos y que esos frutos al ser tangibles en nuestra vida, nos acercan y acercan a otros a Dios. Nuestra madre no se guarda nada para sí, como lo hizo con su hijo, entrega sus gracias de manera abundante y sus frutos se cuentan por miles, cuando le servimos con amor y profunda fidelidad.
Oh María, como dice la canción, tu amparo danos hoy, te juramos amor. Ampáranos María, danos la gracia de servirte para que toda tu gracia se derrame en nosotros y seamos dignos de tu Hijo, conocedores de la verdad y la verdadera vida.

Como lo afirma San Luis María de Monfort en su libro “El tratado de la Verdadera Devoción”: María se da su esclavo:

"La Santísima Virgen es Madre de dulzura y misericordia, y jamás se deja vencer en amor y generosidad. Viendo que te has entregado totalmente a Ella para honrarla y servirla y te has despojado de cuanto más amas para adornarla, se entrega también a ti plenamente y en forma inefable. Hace que te abismes en el piélago de sus gracias, te adorna con sus méritos, te apoya con su poder, te ilumina con su luz, te inflama con su amor, te comunica sus virtudes: su humildad, su fe, su pureza, etc.; se constituye tu fiadora, tu suplemento y tu todo ante Jesús.

Por último, dado que como consagrado perteneces totalmente a María, también Ella te pertenece en plenitud. De suerte que, en cuanto perfecto servidor e hijo de María, puedes repetir lo que dijo de sí mismo el evangelista San Juan: El discípulo la tuvo en su casa (Jn 19,27)104 como su único bien. 145 Este comportamiento, observado con fidelidad, produce en tu alma gran desconfianza, desprecio y aborrecimiento de ti mismo, y a la vez, inmensa confianza y total entrega en manos de la Santísima Virgen, tu bondadosa Señora. Como consagrado a Ella, no te apoyarás ya en tus propias disposiciones, intenciones, méritos, virtudes y buenas obras.

En efecto, lo has sacrificado todo a Jesucristo, por medio de esta Madre bondadosa. Por ello, ya no te queda otro tesoro -y éste ya es tuyo- en donde estén todos tus bienes que María. Esto te llevará a acercarte a Nuestro Señor sin temor servil ni escrúpulos y rogarle con toda confianza, y te hará participar en los sentimientos del piadoso y sabio abad Ruperto, quien, aludiendo a la victoria de Jacob sobre un ángel (ver Gén 32,23-33), dirige a la Santísima Virgen estas hermosas palabras:

“¡Oh María, princesa mía y Madre inmaculada del Hombre-Dios, Jesucristo!, deseo luchar con este Hombre que es el Verbo de Dios, armado no con mis méritos, sino con los tuyos”. ¡Oh! ¡Qué poderosos y fuertes somos ante Jesucristo cuando estamos armados con los méritos e intercesión de la digna Madre de Dios, quien -según palabras de San Agustín “venció amorosamente al Todopoderoso”



domingo, 10 de enero de 2016

El verdadero seguidor de María



La Santísima Virgen, cuando estuvo en esta tierra no se hizo a un grupo diferente para seguir a su hijo, porque también ella fue seguidora del Hijo de Dios, desde el mismo momento de la encarnación. Por el contrario, como lo muestran las Escrituras, en todas las citas donde se muestra la imagen de María, ella siempre está al lado de su hijo. En ninguna cita la presencia de María en los Evangelios es apartada de Jesús o en el caso de pentecostés se encuentra en presencia del Espíritu Santo de Dios prometido por su hijo.
Esa es María, la mujer que no se aparta de Dios, la mujer que permanece al lado de Dios y que por ser la llena de gracia, preparada por Él desde antes de su nacimiento, su permanencia esta siempre ligada a la presencia de Dios.

Es por eso que no se admite dentro de la Iglesia tener por María una devoción sectaria. Los que creemos en María y la amamos, no nos desligamos de Dios por esto, al contrario, es María la que nos lleva a Dios, tomándonos de la mano como una madre amorosa y fiel y enseñándonos la lección más importante para un Cristiano: “Hagan lo que Él les diga”.

Entonces cuál es el verdadero seguidor de María, pues específicamente el que se sigue a Cristo y a su enseñanza. El seguidor de María, no está en un grupo aparte, en una cofradía impenetrable en la que ni el mismo Cristo aparece, la esencia de un Mariano, es la misma del Cristiano, porque no podemos separar a Jesús de María.

Y el verdadero Seguidor, como lo afirmó el mismo Cristo, es aquel que cumple con la Voluntad del Padre, aquel que está dispuesto a seguirle y servirle en el  prójimo. Así mismo el seguidor de María, desgasta su vida por el reino, por sus hermanos.

Leía alguna vez en un artículo muy interesante, sobre una de las razones más poderosas para aceptar o rechazar dentro de la Iglesia una aparición mariana, y era el ver cuál era el comportamiento de los que veneraban dicha aparición. Si una aparición promueve un sectarismo en la Iglesia o si lo que siguen los que creen en ella es sólo a la Santísima Virgen o cualquier otro motivo, que no sea el seguimiento de Cristo; la aparición de inmediato era rechazada. Por eso no hay muchas apariciones que han sido aprobadas por la Iglesia, como por ejemplo, la aparición de Medjugory, Yugoslavia, en 1981, donde en los últimos comunicados del Vaticano, afirman que no se puede dar fe de dichas apariciones.

Y es que esto no se toma unos cuantos meses para poder aprobarlo, puede demorar muchos años, puesto que la Iglesia mira el comportamiento de los fieles frente a dicha aparición a través de los años.

No es lo que hagamos de manera externa, es lo que hay en nuestro corazón lo que importa. Es por eso que un verdadero devoto de María, no puede separarse de Cristo, porque es Cristo, el corazón de nuestra fe. El verdadero devoto de María, encuentra en Cristo su razón de ser, lo primero de lo primero. Y si no miremos a María, ella nunca estuvo separada de su hijo, incluso en la muerte, la angustia o el miedo no se apoderó de ella, estuvo firme, leal, honesta, al pie de la cruz.

Es María la que nos lleva a Jesús, de eso no cabe la menor duda, pero no porque ella quiera protagonismo, sino porque sabe, más que ninguno otro, se seguirlo, de amarlo y de servirlo.


Imitemos a María todos nuestros días, encomendemos nuestra vida a ella, porque sin duda, ella nos pondrá más cerca de su Hijo, la causa de nuestra mayor alegría.