Nos hemos
detenido muchas veces a reflexionar sobre el incomparable amor de nuestra
Señora por su hijo, amor que es digno de imitar y que lleva a todo Cristiano al
culmen de su fe y su entrega personal y apostólica. Hemos también, meditado
sobre el amor que todo hijo de Dios debe dar a esta madre tan maravillosa que
nos lleva a Jesús. Pero es igualmente importante resaltar el amor de esta
Señora sobre cada uno de nosotros. Sí, María nos ama, nos ama profundamente
como a sus hijos, porque le fueron entregados por el mismo Cristo desde la
cruz, en la persona de Juan. Es cierto que no nacemos de María, como nació
Jesús, pero hemos nacido como iglesia en el Espíritu de Jesús el día de
pentecostés, una iglesia que camina de la mano de María.
Se dice que
María es la medianera de todas las gracias, pero, ¿qué significa esto
verdaderamente?
Hemos de
imitar a María en todo, porque es la representación del auténtico ser humano y
del auténtico cristiano que se debe a la mirada complaciente del Padre, sin embargo
hay que entender que María, como lo ha dicho Isabel, es la bendita entre todas
las mujeres y es precisamente por su ser la madre de Cristo, que María lleva en
ser la gracia para acogerle y para darle al mundo.
En palabras
del Angel mensajero, es decir en palabras del mismo Dios, María es la llena de
gracia, única creatura con este título, porque en su seno se había de gestar la
semilla divina, el hijo de Dios. Entonces, si María es la llena de Gracia, la
mujer única y bendita que alberga la gracia necesaria para ser la madre del
Salvador, es también la comunicadora por excelencia de esa gracia.
Hemos afirmado
en este programa que María no se dejó nada para sí, todo lo entregó incluso al
extremo, por lo tanto si ella que es abundante en gracia y generosidad pura,
también entrega esta gracia a sus hijos, a la Iglesia engendrada en el mismo Espíritu
de Dios.
No debemos
temer en pedir cosas a María, porque su gracia es auténtico regalo de Dios y
como todos los seres humanos estamos llamados a entregar todo de sí, incluso su
propia vida; María dispensa de gracia a sus hijos a través de muchas formas.
Algunos
cristianos son reacios en pedir cosas a la Santísima Virgen, algunos llenos de
prejuicios engendrados en todo el movimiento protestantista, sin embargo, es un
misterio sublime que Dios quiera salvar a sus hijos a través de la que es llena
de gracia, dispensar su gracia, puesta en María a todos aquellos que quieran
salvarse.
Es verdad
que María es nuestra madre, por lo tanto, debemos actuar como hijos, que al
ejemplo de las familias humanas, solicitan a su madre algunos favores que saben
que a través de ella pueden dárseles.
Y no es que
perdamos la libertad de buscar a Dios de manera independiente, es más no hay
más libertad que dejarse caer en los brazos de María esperando su gracia y su
amor. Un autor católico, Mauricio Zundel
escribía sobre la libertad de Dios:
"Da de
veras lo que da,
Da aun lo que demanda
Y da dos veces lo que recibe".
Esta es la
libertad del que ama a María, una libertad que busca una mejor unidad. Quisiera
compartirles un fragmento del Libro la Teología del Apostólado sobre este tema:
“Cuando
invocamos a María, la acercamos al horno que la abrasa, la unimos más y más a
su único amor. Al decirle: "El Señor es contigo, bendita tú eres entre
todas las mujeres", María se vuelve con alegría hacia Aquel que está
viviendo en Ella y que la inunda de bendiciones. A medida, pues, que suben
hacia Ella nuestras pobres Avemarías tan penosamente desgranadas por nosotros,
María las trasmuta en himnos, en doxologías triunfales. Indefectiblemente se
opera una especie de divina magia: nosotros decimos "María" y Ella
replica: "Dios" y a Dios place oír como si fuera nuestro lo que Ella
le dice en nuestro lugar. ¡Intercambio admirable! ¡María vuelta hacia Dios para
mejor oírnos y protegernos!”
María es nuestra respuesta ante el llamado de
Dios, la que nos prodiga las gracias del Mismo Dios y la que en su amor excelso
nos muestra el camino del seguimiento cristiano
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